Dios no escoge, para que sean sus representantes entre los hombres,
a ángeles que nunca cayeron, sino a seres humanos, a hombres
de pasiones semejantes a las de aquellos a quienes tratan de salvar.
Cristo se humanó a fin de poder alcanzar a la humanidad. Se necesitaba
un Salvador a la vez divino y humano para traer salvación
al mundo. Y a los hombres y mujeres ha sido confiado el sagrado
cometido de dar a conocer “las inescrutables riquezas de Cristo.”
Elena G White. HAP 134.